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jueves, 10 de abril de 2014

Dexter. 8ª temporada (¡Ojo Spoilers!)


Bueno, hace ya varios meses que vi la 8ª y última temporada de “Dexter”, así que ya es hora de escribir la reseña. Al final de la 7ª temporada Debra mataba a Laguerta para proteger a Dexter, y eso tiene sus consecuencias en esta temporada. Lo que hizo la afectó mucho, tanto que dejó la policía y se metió a detective privado a las órdenes de un antiguo inspector llamado Elway, que montó su propia agencia de detectives y lo cierto es que las cosas le van bastante bien. Además Debra no quiere saber nada de Dexter y ha caído en una espiral autodestructiva de sexo, drogas y alcohol, y aun contra su voluntad Dexter tratará de ayudarla a salir de ella.

Al asesino de la temporada lo llaman “El Neurocirujano” porque les extirpa a sus víctimas un trozo del cerebro, y en este caso la policía de Miami cuenta con la colaboración de la doctora Evelyn Vogel, una reputada neuropsiquiatra especializada en estudiar la mente de los psicópatas. Resulta que la doctora Vogel conoce muy bien el oscuro secreto de Dexter, porque cuando era niño su padre acudió a ella en busca de consejo. De hecho, el Código fue idea de Vogel. La doctora cree que “El Neurocirujano” es un ex-paciente suyo porque le está enviando a ella los trozos de cerebro, y le pide a Dexter que se ocupe de él antes de que la policía lo encuentre, pues si salen a la luz sus métodos poco ortodoxos (lo del Código, por ejemplo) podría perder su licencia o incluso ir a la cárcel. Este acaba accediendo, pero a cambio le pide que ayude a Debra a superar lo que hizo. 

Paralelamente, Dexter descubre a un chaval que es un psicópata en potencia y piense en deshacerse de él, pero le recuerda a él cuando era joven y decide convertirlo en su pupilo y enseñarle el Código. Y hacia la mitad de la temporada regresa Hanna. Lo primero que hace es dorgarlo y dejarlo tirado en medio de ninguna parte, como venganza por lo que le hizo, pero la siguiente vez que se encuentran sorprendentemente le pide ayuda. Su nuevo y flamante esposo es un paranoico y un controlador y prácticamente la tiene prisionera en su propia casa, no puede dar un paso sin que él sepa dónde está en todo momento, así que le pide a Dexter que lo mate. Él le dice que no, pero luego cambia de opinión y se presenta en su yate, aunque ya es tarde: Hanna se ha visto obligada a matarlo cuando intentaba violarla. Así que Dexter se hace cargo de la situación, se ocupa de deshacerse del cuerpo y limpiar el escenario del crimen y luego la invita a esconderse en casa de Deb, pues aún está en busca y captura, y acaban juntos de nuevo, claro. 

Esta última temporada de “Dexter” me ha gustado mucho. Me encantó la vuelta de tuerca que supone el personaje de la doctora Vogel para el origen del “Oscuro Pasajero” de Dexter y el caso del Neurocirujano contiene unas cuantas sorpresas que te dejan con la boca abierta, como su identidad. También me agrada el regreso de Hanna. Es la pareja perfecta para Dexter, después de Lumen, aunque me choca un poco que Dexter le perdone el haber intentado matar a Deb y que encima ambas se conviertan en compañeras de piso temporales. Como su fuera una nimiedad. “Ah, perdona por haber intentado asesinarte y tal”.
Lo que no podía imaginarme ni de lejos es lo que le pasa a Deb en el último capítulo, porque hubo rumores que hablaban de un spin-off protagonizado por ella, pero está claro que jugaron al despiste. Es muy fuerte. Eso sí, el final de la serie me pareció decepcionante. No sé qué pasa con la mayoría de las series largas que en su final siempre la cagan; hay muy pocas cuyo final esté a la altura de su trayectoria (se cuentan con los dedos de una mano y sobran dedos), y el de ésta no es uno de ellos. No acabo de entender por qué Dexter toma la decisión que toma. Bueno, sí lo entiendo, es lo que siempre hacen los superhéroes para proteger a sus seres queridos, pero no mola. Lo lógico es que se hubiera reunido con Hanna y Harrison en Argentina, era lo que todos esperábamos, y de esta forma, al menos es mi opinión, me siento como si me hubieran tomado el pelo.
Al menos aún tenemos el consuelo de los libros.

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