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martes, 3 de abril de 2012

Los Chicos del Maíz II: El Sacrificio Final

Hace mucho tiempo que tengo grabada la saga de “Los Chicos del Maíz” (menos la última, Génesis, que es una especie de precuela), y en octubre del año pasado decidí ponerme a verla de una vez por todas e ir reseñando cada película a medida que las fuera viendo (así lo hice con la saga de Hellraiser y con la de Wishmaster). Vi la primera, pero desde entonces no he visto ninguna más. Era pensar en esta saga y se me quitaban las ganas, y a la hora de la verdad, prefería estar hora y media o dos horas viendo algo que me gustara y divirtiera antes que un truño como es esta saga. Así que aprovechando que estamos en Semana Santa he decidido verla toda y quitármela así de encima, o al menos la mayoría de las películas.

Esta primera secuela arranca poco después del final de la película anterior. Lo ocurrido en Gatlin, el asesinato de todos los adultos a manos de los niños, sale a la luz, y un montón de periodistas aparece para informar de lo sucedido. A los niños los envían al pueblo de al lado, a unos hogares de acogida, y mientras esto ocurre el protagonista, un periodista venido a menos, llega al pueblo para escribir un artículo sobre lo sucedido, acompañado por su hijo adolescente, con el que no se lleva nada bien. Lo que viene después no es ninguna sorpresa. En el pueblo, cómo no, hay grandes campos de maíz, y los niños empiezan a reunirse en ellos bajo un nuevo líder, y comienzan a matar adultos. El periodista protagonista sigue investigando lo de Gatlin, los niños y el maíz, con ayuda de un viejo indio experto en leyendas locales (¡típico!).

El hijo del prota conoce a una chica y se hacen novios. Una noche ve a los chicos reunidos en los campos de maíz, y el líder lo invita a unirse a ellos, ya que sabe de sus problemas con su padre. Su prueba de fuego consiste en sacrificar a su novia a El Que Camina Tras las Hileras, y justo en ese momento aparecen el padre y el indio montados en uno de esos tractores que se utilizan para triturar el maíz. El chico aprovecha para liberar a su novia, y él y su padre luchan contra los chicos del maíz (el indio no, como es de esperar muere al poco de empezar), matando a muchos de ellos. Y al final, cuando amanece, padre e hijo se van de vuelta a Nueva York, cada uno con su respectiva pareja, y siendo superamigos. No hay como sobrevivir a que unos niños fanáticos quieran matarte para dejar los problemas a un lado.

La película es muy mala; peor, es penosa, y a veces lo era tanto que me daba la risa. Pero no me lo pasé tan mal. Mientras la “veía”, me puse a hacer unos sudokus y aún me entretuve un rato. Trataré de tenerlos a mano para que las siguientes películas sean más llevaderas.

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