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viernes, 11 de septiembre de 2015

Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll

Este año volví a ver la Alicia de Tim Burton, puede que por 4ª o 5ª vez, y también el spin-off de “Once Upon a Time”, “Once Upon a Time in Wonderland”. Esto me dio ganas de volver a leer el clásico de Lewis Carroll, así que aquí está.
Lewis Carrol, cuyo verdadero nombre era Charles Lutwidge Dodgson, se hizo amigo del nuevo pastor de su iglesia, el deán Henry Liddell, sobretodo de su joven esposa y de sus tres hijas, Lorina, Alice y Edith. El 4 de julio de 1862 Carroll llevó a las tres niñas en un viaje en bote por el río Támesis junto a otro sacerdote, su amigo el reverendo Robinson Duckworth, y como el trayecto se hizo bastante aburrido la pequeña Alicia le pidió que les contara una historia, y le gustó tanto que quiso que se la escribiera, y así nació “Alicia en el País de las Maravillas”.

La joven Alicia se encuentra con su hermana mayor bajo la sombra de un árbol, bastante aburrida, cuando ve un conejo blanco con un reloj que parece llegar tarde a algún lado. Sintiendo gran curiosidad va tras él y se mete en su madriguera, y cayendo, cayendo, por un interminable agujero llega al extraño País de las Maravillas, un lugar poblado por los más absurdos y excéntricos personajes, gobernado por la Reina de Corazones, una tiránica monarca obsesionada con cortarle la cabeza a todo aquel que la haga enfadar. Allí Alicia vivirá un sinfín de aventuras, cada una más extraña y surrealista que la anterior, hasta poder regresar a casa.


Hace mucho tiempo que lo leí por primera vez, más de una década, y había olvidado algunas cosas, pero me ha gustado tanto como entonces. Lo único que no me gusta es el final. Que todo sea un sueño de Alicia es un chasco. Hubiera preferido que el País de las Maravillas fuera un lugar real, de este modo es como quitarle méritos a la fantasía, como decir que la fantasía nunca puede ser real, que solo puede existir en los sueños y la imaginación, y eso no mola. Por eso me gusta la versión de Tim Burton, pese a lo libre que es, porque en ella el País de las Maravillas sí que existe.  

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