Buscar este blog

jueves, 10 de noviembre de 2011

Experiencias traumáticas de mi infancia (III)

Iré directo al grano. Desde que tengo uso de razón sufro de aracnofobia. No sé a qué se debe, si me cayó encima una araña cuando estaba en la cuna ni desde cuándo, sólo sé que es así. De pequeño cualquier tipo de araña me paralizaba, hacía que un escalofrío me recorriera la espalda y sentía cómo centenares de patas invisibles caminaban por todo mi cuerpo. Para tratar de superarlo me dio por ver películas y leer libros sobre el tema, pero lo único que conseguí fue, con las películas, estar dos horas agonizando de puro terror, y con los libros, únicamente saberme la anatomía de la araña (la palabra que siempre me viene a la mente es "quelíceros", que es por donde inyecta el veneno).

No sé a qué se debe, pero una buena razón, creo yo, es que al tener tantas patas y moverse tan rápido, es como ver una mano cercenada arrastrarse. No sé, creo que Freud tendría mucho que decir sobre esto.
Cuando tenía 7 u 8 años viví la experiencia más traumática de mi vida, y lo fue tanto que se grabó a fuego en mi memoria. La recuerdo tan claramente como si hubiera ocurrido ayer mismo.  Estaba en la habitación de mis padres viendo "El hombre elefante" cuando me fijé en que debajo del espejo había un bicho enorme. Al principio pensé que era un caballito del diablo. Entonces movió una pata y pensé: "Ese caballito parece una tarántula". Me fijé un poco más y efectivamente, era una tarántula, grande como mi mano y de las peludas.

Ya os podéis imaginar mi reacción. Salí chillando de la habitación y estuve dos semanas sin entrar en ella, y cuando finalmente lo hice no paraba de mirar a todos lados como un paranoico, sintiendo un hormigueo por todo le cuerpo.
Actualmente mi nivel de fobia se ha reducido un poco. He pasado de estar en zona roja a esta, digamos, en zona naranja chillón. Puedo ver cualquier araña de las normales e incluso matarla sin que casi me afecte (siempre pensaba que al intentar aplastarla con la zapatilla no le iba a dar e iba a acabar subiéndoseme encima), pero con las gordas y peludas sigo sin poder, y creo que esto siempre será así.

Hace poco estuve en el zoo de Vigo y cuando entré en la zona de los bichos venenosos (serpientes, escorpiones y arañas) y vi las tarántulas, migalas y demás, empecé a retorcerme de asco. ¡Y eso que estaban inmóviles!. Esto me ocurre al verlas. No quiero ni imaginarme lo que sería tener una en la mano.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario