No hay mejor forma de rendirle homenaje a Ray Bradbury en el año de su muerte que leyendo su gran obra maestra, "Fahrenheit 451".
La ciencia-ficción es uno de mis géneros favoritos y en concreto las novelas distópicas me fascinan (si una Utopía es un mundo perfecto, una Distopía es todo lo contrario, un mundo sin derechos ni libertades), porque en ellas se critica duramente la sociedad en la que vivimos, bien llevando hasta el extremo o bien prohibiendo una de las características básicas de esta.
"Fahrenheit 451" lo leí hace años y enseguida me pareció una de las mejores y más importantes novelas del género distópico. Y tras esta segunda lectura sigue pareciéndomelo. En el libro, los bomberos no apagan incendios, sino que los provocan. Su labor es la de quemar libros, porque leer está prohibido, porque si lees, piensas por ti mismo, y si piensas por ti mismo no eres feliz. Y en esta sociedad distópica lo único que importa es ser feliz, sin importar el método empleado para dicho fin. El protagonista, Montag, es un bombero que lleva más de 10 años quemando libros, pero tras conocer a su nueva vecina, una chica llamada Clarisse, que siempre se está preguntanfo el por qué de todo y se maravilla de la belleza de las pequeñas cosas, Montag empieza a replantearse su modo de vida y comienza a salvar libros de las hogueras y a leerlos a escondidas en su casa.
El libro es increíble. Mientras lo leía no podía evitar estremecerme al imaginar vivir en un mundo en el que estuviera prohibido leer. No solo eso, sino que cualquiera pudiera denunciarte, incluso tu propia esposa, por estar en posesión de un libro. Y no digamos verlos arder. Algo terrible de imaginar. Pero al paso que vamos no me extrañaría nada que acabara ocurriendo. Lo malo del libro es que es demasiado corto (170 páginas) y se lee en un suspiro. Aún así vale la pena.
Bueno, ahora solo me queda "El hombre ilustrado" para acabar con Bradbury. Para el año próximo.
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