Tras ser
expulsada del Clan, Ayla se dirige hacia el norte en busca de los
Otros y llega hasta un amplio valle poblado por una gran manada de
caballos salvajes y decide quedarse allí durante una larga
temporada. Por otro lado conocemos a Jondalar, un Cromagnon como ella
que acompaña a su hermano menor Thonolan en un largo viaje por el
continente en busca de aventuras y cuyo camino acabará cruzándose
con el de Ayla.
Esta segunda
entrega de “Los Hijos de la Tierra” es tan buena como la primera
y la historia de Ayla avanza de forma lógica y adecuada, como era de
esperar, pero la mayor parte del libro tiene un ritmo muy lento. Ayla
se pasa sola 2/3 del libro y eso se hace cuesta arriba; normalmente
las historias de un solo personaje, tanto en libros como en
películas, suelen rtesultarme muy cansinas porque en ellas no ocurre
gran cosa, no hay diálogos ni interacciones con otros personajes y
cada minuto es como una hora, o cada página como cien. Bueno, parte
de la trama de Ayla es así, aunque mejora con la aparición de
Whinney y Bebé, pero la trama de Jondalar me resultó más
atractiva. Es interesante descubrir cómo es la sociedad de los
Cromagnones y sus creencias y que consideren a los Neanderthales como
simples animales sin raciocinio. Y a partir de que Ayla y Jondalar se
conocen, la historia mejora notablemente.
Por si no lo
sabes, en “Un saco de huesos” Stephen King se refiere a esta saga
como “Sexo en las cavernas” y no le falta razón porque las
últimas 30-40 páginas es todo folleteo. Parece increíble que unos
cavernícolas fueran tan duchos en la materia. En mi opinión es algo
que no viene a cuento. En fin, pronto el tercero.
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