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jueves, 9 de abril de 2015

Si hubiera espinas, de V. C. Andrews

“Si hubiera espinas” es la tercera entrega de la saga Dollanganger, la de “Flores en el ático”. Transcurre 10 años después del segundo libro y está narrado por los dos hijos de Cathy, Jory y Bart, alternando los capítulos de uno y otro.
Jory es el hijo que Cathy tuvo con Julian Marquet, su pareja de baile en la compañía de ballet y primer marido. Tiene 14 años, es alto, esbelto y extrovertido y de carácter amigable, y tiene el mismo don para la danza que su padre. Bart tiene 9 años y es el hijo que Cathy tuvo de Bart Winslow, el segundo marido de su madre. Bart es todo lo contrario de Jory, es bajo y torpe, siempre está de mal humor y siente envidia y celos de su hermano mayor, al que todo se le da bien.

Cathy y Chris viven como un matrimonio, pero han adoptado el apellido Sheffield para que nadie descubra que en realidad son hermanos y les han contado a sus hijos que Bart es hijo de Paul Sheffield, el hombre que los adoptó tras huir de Foxworth Hall y que Chris es el hermano menor de Paul. Al no poder tener más hijos, Cathy y Chris adoptan una niña llamada Cindy, pero Bart la odia desde el primer momento y le hace un montón de perrerías.

La casa de al lado lleva años deshabitada y Jory y Bart suelen entretenerse colándose en ella y recorriéndola de arriba a abajo, pero eso se ha acabado porque ahora tiene nuevo inquilino, una misteriosa anciana vestida de negro que siempre lleva un velo cubriéndole la cara, acompañada por su anciano y huraño mayordomo. La mujer es la madre de Cathy y Chris, Corrine, que está arrepentida del daño que les causó a sus hijos y se ha trasladado a la casa de al lado para poder estar cerca de sus nietos lo que le queda de vida, sin que sus hijos sepan que es su nueva vecina. 

Bart se hace amigo de Corrine, ignorando que es su verdadera abuela, y pasa la mayor parte del tiempo en su casa, porque en la suya siempre lo están reprendiendo y castigando, mientras que ella le consiente todos sus caprichos. Bart se hace amigo también de John Amos, el mayordomo (Amos era el mayordomo en Foxworth Hall cuando Chris y Cathy estuvieron encerrados en el ático), un fanático religioso temeroso de Dios que manipula a Bart para destruír a su familia, pues considera que le arrebataron aquello que le correspondía (John Amos era primo de Olivia, la madre de Corrine, y si esta no se hubiera presentado con sus hijos, él habría heredado toda su fortuna). John le entrega a Bart el diario de su bisabuelo Malcolm, y entre eso y las memorias que su madre está escribiendo descubre el horrendo secreto familiar que les han estado ocultando a él y a Jory, y se lo toma fatal. Mientras, John va comiéndole la cabeza, hablándole de lo pecadores que son sus padres, sobretodo su madre, que son enjendros del diablo, de lo malas que son las mujeres, que su bisabuelo Malcolm era un santo y sabía cómo tratarlas, y que él es su digno sucesor, y lo convence de que la única forma de limpiar los pecados de su madre es mediante el fuego.


Al estar narrado por los hijos, el libro tiene una prosa simple y directa y es fácil de leer, y es bastante entretenido. Cathy sigue siendo un poco tonta a veces, cualquiera diría que ya es una mujer adulta con tres hijos, y Bart es un crío insoportable, ganas de darle un par de leches. John, bueno, es un auténtico demonio, y a los que sois como yo amantes de los animales, hay un par de escenas bastante duras, así que advertidos quedáis. Pero la verdad es que este libro y el siguiente sobran. El segundo tenía un final feliz y la autora debió dejarlo ahí, pero ya se sabe, cuando algo funciona hay que explotarlo hasta la saciedad, y así pasa lo que pasa. Bueno, uno más y puedo dar por acabada esta saga. 

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