Antes, Paul Auster me intimidaba bastante, pensaba que era uno
de esos autores serios no aptos para todo el mundo, pero me leí su “Trilogía de
Nueva York” y me encantó, así que decidí que este año me leería todos los
libros suyos que hay en la biblioteca de mi pueblo. Son como una docena,
excluyendo los que están repetidos, y escogí “Tombuctú” porque era el más corto
de ellos, unas 180 páginas.
El libro trata sobre la relación de un hombre con su perro, pero
contado desde el punto de vista del perro. Míster Bones es un perro callejero de
7 años que acompaña a su amo adonde quiera que vaya. Willy es un vagabundo
excéntrico que se cambió el nombre de William Gurevitch por el de Willy G.
Christmas tras tener una visión de Santa Claus en la que le encomendaba una
misión mística. Willy viaja con Míster Bones a Baltimore en busca de una
antigua profesora suya para pedirle que se haga cargo de su perro cuando él ya
no esté, pues está enfermo. Está siempre tosiendo y últimamente ha empezado a
expectorar sangre. Míster Bones se ha dado cuenta y está muy preocupado porque
no sabe qué será de él cuando Willy muera. De hecho cree que cuando eso suceda
l mundo llegará a su fin.
El libro es maravilloso de principio a fin. Paul Auster se
introduce como nadie en la mente de un perro y consigue transmitir al lector
todo lo que siente el animal por su dueño. El libro es muy emotivo y si te pasa
como a mí, que tengo perro y me encantan los animales, te llegará muy adentro.
No hay duda de que me he estado perdiendo a un magnífico
escritor y aquí prometo que no volveré a juzgar a un autor por una mala primera
impresión.
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