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viernes, 19 de abril de 2013

Viejos amigos. Capítulo 3


3. Conversaciones frente al tablero

-Me gustaría saber cómo ha convencido al doctor Marvin para que lo apuntara a rehabilitación.
-Puedo ser muy persuasivo, John-dijo Xavier, sonriendo.
John era su fisioterapeuta, un joven de 28 años muy amable y simpático. John llevaba veinte minutos masajeándole las piernas. Cuando llegó al hospital tenía las piernas rotas por una docena de sitios, pero tras seis meses las fracturas se habían soldado y ahora ya podía empezar con la rehabilitación.
-Pues me alegra de que lo haya hecho. Si usted tiene fe en poder caminar de nuevo algún día, él no es nadie para quitarle sus sueños.
-Gracias, John. Eso mismo creo yo.
-Sí, amigo-dijo un hombre de unos cuarenta años que caminaba con un bastón-Si usted cree que puede hacerlo, es que puede hacerlo.
-Gracias-respondió Xavier.
-Ese es Jonathan-dijo John-De Kansas. Es granjero.
-¿Y qué hace un granjero en Nueva York?
-Está haciendo un curso de administración y finanzas. Un coche lo atropelló y le fracturó la tibia.
Xavier asintió con la cabeza, pero sabía que no era cierto.
A Jonathan no le atropelló ningún coche. La pierna se la rompió su hijo pequeño de un puntapié, accidentalmente. Porque su hijo, con sólo cinco años, poseía una fuerza sobrehumana. Y no era un mutante, sino... de otro planeta.
Vaya, vaya.
Diez minutos después John lo llevó a su habitación y Xavier vio que Magneto le estaba esperando con un paquete bajo el brazo.
-Siento haberte hecho esperar.
-No importa, llevo aquí sólo unos minutos. Te he traído algo para que te entretengas.
-Ya lo veo. ¿Qué es?
Magneto lo desenvolvió.
Xavier sonrió.
-Un tablero de ajedrez. Estupendo. Echaba de menos nuestras partidas.
-¿Sabes? Siempre tuve la sospecha de que me leías la mente. Por eso me ganabas tantas veces.
-Quizá deberías hacerte un casco especial que impida que vuelva a hacerlo-bromeó Xavier.
-Quizá lo haga. ¿Qué tal una partida?
-Claro. Escoge.
-Negras-Magneto colocó el tablero en la mesita en la que le servían a Charles la comida y empezó a colocar las piezas sobre el tablero. Xavier hizo el primer movimiento.
-Háblame del Tíbet-dijo Magneto.
-Pensé que estabas al tanto-dijo Xavier, con sarcasmo.
-Sólo me llegaron algunos rumores. ¿Es cierto que te enfrentaste a Lucifer?
-Sí-Xavier le comió una torre-Pero no era el Diablo, sino un alienígena enviado a la Tierra para conquistarnos. Tenía a todos los tibetanos esclavizados, así que me enfrenté a él y le vencí.
-¿En serio?-preguntó Magneto, enarcando las cejas.
-Sí. Pero pagué el precio: me destrozó las piernas.
Magneto se quedó con su caballo.
-También tengo una lesión en la médula-prosiguió Charles-, por eso durante estos seis meses mientras los huesos se soldaban, no sentía ningún tipo de dolor. Podrías clavarme un cuchillo en la pierna y no me enteraría.
-Lo lamento.
-Olvídalo.
-¿Tus piernas estaban muy mal?
-Sí. Al menos de las rodillas para abajo. Me fracturé las tibias por varios sitios. Al hacerlo me rompí las venas y arterias, y la sangre ya no llega a mis extremidades inferiores. Esa parte está muerta. Por eso los médicos quieren amputarme las piernas por debajo de las rodillas. Pero no voy a consentirlo.
-Bien. Al cuerno con ellos. Y al cuerno contigo. Jaque.
Xavier sonrió.
-Sabía que harías eso. Jaque mate.

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