3. Conversaciones
frente al tablero
-Me gustaría saber cómo
ha convencido al doctor Marvin para que lo apuntara a rehabilitación.
-Puedo ser muy persuasivo, John-dijo
Xavier, sonriendo.
John era su fisioterapeuta, un joven de
28 años muy amable y simpático. John llevaba veinte
minutos masajeándole las piernas. Cuando llegó al
hospital tenía las piernas rotas por una docena de sitios,
pero tras seis meses las fracturas se habían soldado y ahora
ya podía empezar con la rehabilitación.
-Pues me alegra de que lo haya hecho.
Si usted tiene fe en poder caminar de nuevo algún día,
él no es nadie para quitarle sus sueños.
-Gracias, John. Eso mismo creo yo.
-Sí, amigo-dijo un hombre de
unos cuarenta años que caminaba con un bastón-Si usted
cree que puede hacerlo, es que puede hacerlo.
-Gracias-respondió Xavier.
-Ese es Jonathan-dijo John-De Kansas.
Es granjero.
-¿Y qué hace un granjero
en Nueva York?
-Está haciendo un curso de
administración y finanzas. Un coche lo atropelló y le
fracturó la tibia.
Xavier asintió con la cabeza,
pero sabía que no era cierto.
A Jonathan no le atropelló
ningún coche. La pierna se la rompió su hijo pequeño
de un puntapié, accidentalmente. Porque su hijo, con sólo
cinco años, poseía una fuerza sobrehumana. Y no era un
mutante, sino... de otro planeta.
Vaya, vaya.
Diez minutos después John lo
llevó a su habitación y Xavier vio que Magneto le
estaba esperando con un paquete bajo el brazo.
-Siento haberte hecho esperar.
-No importa, llevo aquí sólo
unos minutos. Te he traído algo para que te entretengas.
-Ya lo veo. ¿Qué es?
Magneto lo desenvolvió.
Xavier sonrió.
-Un tablero de ajedrez. Estupendo.
Echaba de menos nuestras partidas.
-¿Sabes? Siempre tuve la
sospecha de que me leías la mente. Por eso me ganabas tantas
veces.
-Quizá deberías hacerte
un casco especial que impida que vuelva a hacerlo-bromeó
Xavier.
-Quizá lo haga. ¿Qué
tal una partida?
-Claro. Escoge.
-Negras-Magneto colocó el
tablero en la mesita en la que le servían a Charles la comida
y empezó a colocar las piezas sobre el tablero. Xavier hizo el
primer movimiento.
-Háblame del Tíbet-dijo
Magneto.
-Pensé que estabas al tanto-dijo
Xavier, con sarcasmo.
-Sólo me llegaron algunos
rumores. ¿Es cierto que te enfrentaste a Lucifer?
-Sí-Xavier le comió una
torre-Pero no era el Diablo, sino un alienígena enviado a la
Tierra para conquistarnos. Tenía a todos los tibetanos
esclavizados, así que me enfrenté a él y le
vencí.
-¿En serio?-preguntó
Magneto, enarcando las cejas.
-Sí. Pero pagué el
precio: me destrozó las piernas.
Magneto se quedó con su caballo.
-También tengo una lesión
en la médula-prosiguió Charles-, por eso durante estos
seis meses mientras los huesos se soldaban, no sentía ningún
tipo de dolor. Podrías clavarme un cuchillo en la pierna y no
me enteraría.
-Lo lamento.
-Olvídalo.
-¿Tus piernas estaban muy mal?
-Sí. Al menos de las rodillas
para abajo. Me fracturé las tibias por varios sitios. Al
hacerlo me rompí las venas y arterias, y la sangre ya no llega
a mis extremidades inferiores. Esa parte está muerta. Por eso
los médicos quieren amputarme las piernas por debajo de las
rodillas. Pero no voy a consentirlo.
-Bien. Al cuerno con ellos. Y al cuerno
contigo. Jaque.
Xavier sonrió.
-Sabía que harías eso.
Jaque mate.
No hay comentarios:
Publicar un comentario