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miércoles, 12 de junio de 2013

Viejos amigos. Capítulo 38


38. La furgoneta

Las siguientes semanas fueron las mejores de sus vidas. En sus paseos, Charles le hablaba a Gabrielle de su infancia y de sus viajes por el mundo, sin hablarle de momento de sus poderes. Ya llegaría el momento apropiado pero no por ahora.
Ella, Charles y Eric pasaban mucho tiempo juntos y en aquel tiempo se hicieron aún más amigos. Eric y Charles seguían hablando (discutiendo más bien) sobre la convivencia entre humanos y mutantes y cada uno se mantenía en sus trece y trataba de convencer al otro de lo equivocado que estaba. Cuando Charles no estaba con Gabrielle, era Eric el que le hacía compañía y le hablaba de su infancia en el campo de prisioneros, de su esposa y de su hija Anya. Daniel siempre estaba muy ocupado atendiendo a todos los pacientes y organizando los turnos del personal, pero cuando tenía un hueco libre se pasaba por la habitación de Gabrielle y algunas noches se quedaba hasta tarde hablando con sus dos amigos mutantes.
Al cabo de un mes Gabrielle ya no necesitaba el bastón para caminar y cuando Charles la vio caminar hacia él sin ningún tipo de ayuda, la abrazó y lo celebraron con una cena a la luz de las velas.
Al día siguiente acordaron que sería mejor que no saliera de su habitación, porque ahora que estaba recuperada podría levantar las sospechas del resto del personal, ya que al fin y al cabo era la única paciente que podía caminar por sus propios medios. Ella lo aceptó de buen grado.
Una noche Gabrielle animó a Eric y a Charles a que salieran del hospital por una vez y que se relajaran, y ellos aceptaron de buen grado. Los dos fueron hacia las montañas y allí se tumbaron la luz de la luna, observando los millones de estrellas que iluminaban el firmamento.
-Me alegra veros tan felices-dijo Eric-Hacéis muy buena pareja.
Charles sonrió.
-Gracias. Tienes razón. La verdad es que me gusta estar con ella, y después de lo mal que lo ha pasado se merece ser feliz.
-Y pensar que no te decidías...
-Bueno, ya sabes que Moira dejó una profunda huella en mí, y no me resultaba fácil volver a estar con ninguna otra mujer sin compararla con ella, pero con Gabrielle es distinto.
-¿Has pensado en decirle lo de tus poderes?
-No, aún no. Es demasiado pronto y se asustaría. Si le digo que controlo las mentes de las personas podría pensar lo peor y no lo encajaría. Y yo tampoco.
-Pues alguna vez tendrás que decírselo, porque sino te pasará como a mí con Magda. Y yo no te deseo eso. Además en una relación no debe haber secretos.
-Sí, tienes razón. Trataré de escoger el mejor momento para decírselo. No sé, tengo que pensarlo muy bien. Es un tema bastante delicado.
-Sí.
-Y hablando de poderes, si vuelvo a toparme con Caín me gustaría que me ayudaras. Su casco es metálico y creo que podrías quitárselo por la fuerza.
-Claro, cuando te lo vuelvas a encontrar, si aún estamos juntos, te echaré una mano. Siempre me gusta probar teorías arriesgadas-Eric se rió-Y si al quitarle el casco sigues sin poder doblegarlo, será interesante ver cómo sales de esa.
-Créeme, funcionará.
-Bueno, ya lo veremos.


Aquella misma noche, mientras Eric y Charles hablaban bajo el cielo estrellado, una furgoneta negra se detuvo delante del hospital y nueve hombres bajaron de ella provistos de armas automáticas.

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