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miércoles, 19 de junio de 2013

Viejos amigos. Capítulo 43

43. Hallada

Al doblar la esquina, Charles vio a un hombre con un rifle colgado del hombro que le daba la espalda, tratando de encender un cigarrillo. Charles se le acercó por la espalda y le tocó el hombro.
-¿Quieres fuego?
El hombre se volvió y Charles le dio un puñetazo en toda la mandíbula, noqueándolo. Charles lo cogió para que no hiciera ruido al caer al suelo y lo apartó a un lado. Mientras lo depositaba en el suelo apareció otro hombre por delante de él y le gritó algo en alemán, apuntándolo con su arma. Entonces Charles se puso de pie y lo miró fijamente.
-Baja ese arma, soldado. ¿A quién crees que estás apuntando?
El hombre lo obedeció, como si se tratara de su superior y se puso firme.
-Bien, eso está mejor. Dime, ¿dónde está la chica?
El nazi señaló el pasillo por el que acababa de aparecer él, a la derecha.
-Bien, ahora acércate y dame tu arma.
El nazi se acercó y le tendió su AK-47.
-Ahora vas a olvidar que me has visto.
El nazi asintió con rigidez y Charles le golpeó en la cabeza con la culata del arma. Lo cogió mientras caía y lo depositó junto a su compañero.
Bien, pensó, ahora en teoría sólo quedan dos más, que están con Gabrielle.
Volvió a torcer a la derecha y enfiló por el pasillo que le había indicado el nazi. Hacia el final había una serie de puertas, y en la segunda de le izquierda oyó unas voces en alemán. Charles se acercó con sigilo y a través de un pequeño cristal vio a Gabrielle colgada del techo, inconsciente, y a dos hombres frente a ella. Uno parecía ser el que llevaba la voz cantante, tendría unos cincuenta años y pelo canoso, y el otro era más joven. Charles pudo ver a través del cristal que le faltaba media nariz, y se acordó de lo que Gabrielle le había contado. Sintió deseos de entrar y matarlo, pero trató de serenarse. Lo importante ahora era sacar a Gabrielle de allí con vida.


-Habrá que esperar a que vuelva en sí-dijo Strucker-Sino no será tan divertido.
-¿Cree que nos lo dirá, señor? Hasta ahora ha guardado silencio.
-Intensificaremos las torturas y ya no podrá soportar el dolor. La verdad es que me ha sorprendido. En el campo no soportaba ni la mitad de lo que le hemos hecho aquí. Se ha vuelto más resistente con el tiempo, pero eso cambiará pronto.
-Muy cierto, señor.
Strucker cogió una silla, la puso delante de Gabrielle, se subió a ella y desenganchó las cadenas del techo.
-¿Señor? ¿Qué está haciendo?
Strucker depositó a Gabrielle en el suelo y empezó a quitarle las cadenas de las muñecas.
-¿Señor?¿Por qué la está liberando?-preguntó Hans cada vez más confundido.
Strucker se volvió hacia él con las cadenas en la mano y le golpeó en la cara con ellas. Hans cayó al suelo, con la boca ensangrentada.
-¿Por qué, señor?¿Qué está...
Strucker le presionó un punto sobre la clavícula y Hans perdió el conocimiento. Luego abrió la puerta y dejó entrar a Charles.
-Bien hecho. Ahora dame las cadenas-Strucker lo hizo y Charles se las puso alrededor de las muñecas-Ahora duerme.
Strucker cayó hacia atrás, inconsciente, y Charles se arrodilló al lado de Gabrielle. Puso su oído sobre su pecho y luego le tomó el pulso en la muñeca. Estaba viva.
-Pobrecilla, ¿qué es lo que te han hecho?
Gabrielle tenía algunas uñas ensangrentadas, en carne viva y algunas quemaduras serias en las piernas, hechas con algún soplete o algo parecido. Al menos había llegado a tiempo. La cogió en brazos y caminó de regreso hacia la salida. Fue al caminar los últimos cinco metros que faltaban hasta la sala donde había dejado a Eric cuando escuchó que las ametralladoras se disparaban.

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