14. Gabrielle
Charles llevaba dos semanas
trabajando en el hospital cuando Daniel lo llevó al ala norte,
donde aún no había estado.
-¿Adónde me llevas,
Daniel? Jamás he estado en esta parte del hospital.
-Ya llevas tiempo aquí,
Charles, y has ayudado a muchos pacientes con tu don. Creo que ha
llegado el momento que conozcas a alguien muy especial.
-Cuánto misterio. Me
intrigas, ¿quién es?
Ambos se detuvieron ante una
habitación.
-Ahora la conocerás-Daniel
abrió la puerta con una llave que sacó de su bolsillo y
Charles vio a alguien tumbado en una cama. Era una chica de unos
veinticinco años. Charles pensó que estaba durmiendo,
pero se acercó y vio que tenía los ojos abiertos,
clavados en el techo. Pero no parpadeaba.
-¿Qué le pasa?
-Está catatónica.
Charles, te presento a Gabrielle Haller. Según nuestros
archivos, estuvo en Bergen-Belsen de 1942 a 1945. Las tropas aliadas
la encontraron en un calabozo lleno de cadáveres putrefactos,
y vestida con arapos mugrientos. Cuando la sacaron de allí ya
estaba así. Lleva con nosotros seis años, Charles, y en
todo este tiempo no ha dicho una palabra ni se ha movido un
centímetro. Es el peor caso de todos. Si tú no puedes
ayudarla, no hay nadie que pueda. Tómatelo como un desafío.
-Pobrecilla-se lamentó
Charles-Según lo que me has dicho, sería una
adolescente cuando terminó la guerra.
-Sí, así es. Sólo
una cría.
Charles le acarició la
frente. Gabrielle ni se inmutó.
-¿Cómo la alimentáis?
-Por vía intravenosa. No hay
otra forma. No conseguimos que trague. ¿Aceptarás
ayudarla?
-Por supuesto, me dedicaré
plenamente a ella.
-Bien. Charles, tienes que
prometerme que no hablarás de ella con nadie.
-¿Por qué?
-Es un tema delicado. Sólo
Eric y yo sabemos que está aquí.
-¿Qué?
-Lo que has oído. Nadie más
puede saberlo.
-¿Por qué?
-Por su propia seguridad.
-No entiendo lo que me estás
diciendo.
-Ahora tengo que atender a unos
pacientes, ya hablaremos más tarde, ¿de acuerdo?
-Está bien.
-¿Tengo tu palabra de que
sólo hablarás de ella conmigo o con Eric?
-Sí, claro.
-Bien, te dejo.
-Me pondré ahora mismo con
ella.
-Está bien, toma la llave.
Cierra cuando salgas.
-De acuerdo.
Cuarenta y cinco minutos más
tarde Charles se reunió con Daniel en su despacho.
-Dios mío, Charles, tienes
muy mala cara. Parece que hayas estado una semana sin dormir. ¿Qué
ha pasado?
-Es peor de lo que me contaste-dijo,
dejándose caer en el asiento-Su mente es un caos. Revive
continuamente las torturas y sufrimientos del campo. Lo he visto y es
espantoso.
-¿Pudiste llegar a ella?
-Sí, en un par de ocasiones,
pero huyó de mí. Está confusa y desorientada.
Pueden pasar semanas e incluso meses antes de conseguir que confíe
en mí. Está perdida en su propia mente, Daniel. Será
una ardua tarea si no quiere que la encuentre.
-Confío en tu capacidad para
hacerlo. Sé que tarde o temprano harás que se acerque a
ti.
-Eso espero. Por su propio bien, eso
espero.
Aquella noche Eric estaba de guardia
y Charles se quedó a hacerle compañía. Hicieron
juntos la ronda y luego Eric lo llevó a su habitación.
-Hoy he encontrado algo en el
sótano.
-¿El qué?
Eric lo sacó de debajo de su
cama. Era un viejo tablero de ajedrez con las casillas muy
descoloridas y una caja con las piezas, algunas de las cuales estaban
rotas y desgastadas.
-Ya que vamos a estar aquí
hasta primera hora de la mañana, ¿qué tal si nos
distraemos un poco?
-Me parece una idea excelente-dijo
Charles sonriendo.
Fueron al comedor y Charles dispuso
las piezas sobre el tablero.
-Tengo entendido que ya has conocido
a nuestra paciente más ilustre-dijo Eric, moviendo una pieza.
-Así es. ¿Es cierto
que no se ha movido ni hablado en estos seis años?-Charles
movió un peón.
-Desgraciadamente así es. Es
como si estuviera muerta, salvo que no lo está. Era muy joven
cuando la metieron en Bergen-Belsen y al final su estancia allí
le pasó factura.
-Pero tú sobreviviste, y eras
más joven que ella.
-El Holocausto afectó más
a unas personas que a otras. Algunos no pudieron soportar las
torturas y murieron. Otros sobrevivieron y no sufrieron ninguna
consecuencia, parecen gente corriente. Otros se derrumbaron, como
Gabrielle.
-¿Pero nadie ha conseguido
hacerla reaccionar? Me parece increíble.
-Está muy metida dentro de sí
misma.
Y que lo digas, pensó
Charles.
-Está catatónica, y a
los catatónicos es muy difícil, por no decir imposible,
hacerles recuperar la consciencia.
-Pues yo no me voy a rendir. Si es
necesario me dedicaré en cuerpo y alma a ella-Charles enrocó
a su rey.
-Hasta ahora, ni yo, ni Daniel, ni
los pocos médicos que sabían de su estancia aquí
pudimos hacerla reaccionar. Tal vez tú consigas algo.
-Gracias. Daniel me ha dicho que su
estancia aquí es un secreto. ¿Por qué?
Eric sonrió, enigmáticamente.
-Hoy fui yo el que la bañó.
Te recomiendo que mañana seas tú el que lo haga. Es una
experiencia que une mucho al médico con su paciente.
-¿Qué tiene eso que
ver con...
-Cuando lo hagas, volveremos a
hablar.
Charles pensó en leerle la
mente, pero al final no lo hizo. Creyó que sería mejor
averiguarlo por sí mismo.
Eric le comió la reina.
-Estás distraído,
Charles. Jaque.
-Es lo que parece, pero las
apariencias suelen engañar-Charles movió su alfil-Jaque
mate.
-Diablos, ni que me hayas leído
la mente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario