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martes, 7 de mayo de 2013

Viejos amigos. Capítulo 14

14. Gabrielle

Charles llevaba dos semanas trabajando en el hospital cuando Daniel lo llevó al ala norte, donde aún no había estado.
-¿Adónde me llevas, Daniel? Jamás he estado en esta parte del hospital.
-Ya llevas tiempo aquí, Charles, y has ayudado a muchos pacientes con tu don. Creo que ha llegado el momento que conozcas a alguien muy especial.
-Cuánto misterio. Me intrigas, ¿quién es?
Ambos se detuvieron ante una habitación.
-Ahora la conocerás-Daniel abrió la puerta con una llave que sacó de su bolsillo y Charles vio a alguien tumbado en una cama. Era una chica de unos veinticinco años. Charles pensó que estaba durmiendo, pero se acercó y vio que tenía los ojos abiertos, clavados en el techo. Pero no parpadeaba.
-¿Qué le pasa?
-Está catatónica. Charles, te presento a Gabrielle Haller. Según nuestros archivos, estuvo en Bergen-Belsen de 1942 a 1945. Las tropas aliadas la encontraron en un calabozo lleno de cadáveres putrefactos, y vestida con arapos mugrientos. Cuando la sacaron de allí ya estaba así. Lleva con nosotros seis años, Charles, y en todo este tiempo no ha dicho una palabra ni se ha movido un centímetro. Es el peor caso de todos. Si tú no puedes ayudarla, no hay nadie que pueda. Tómatelo como un desafío.
-Pobrecilla-se lamentó Charles-Según lo que me has dicho, sería una adolescente cuando terminó la guerra.
-Sí, así es. Sólo una cría.
Charles le acarició la frente. Gabrielle ni se inmutó.
-¿Cómo la alimentáis?
-Por vía intravenosa. No hay otra forma. No conseguimos que trague. ¿Aceptarás ayudarla?
-Por supuesto, me dedicaré plenamente a ella.
-Bien. Charles, tienes que prometerme que no hablarás de ella con nadie.
-¿Por qué?
-Es un tema delicado. Sólo Eric y yo sabemos que está aquí.
-¿Qué?
-Lo que has oído. Nadie más puede saberlo.
-¿Por qué?
-Por su propia seguridad.
-No entiendo lo que me estás diciendo.
-Ahora tengo que atender a unos pacientes, ya hablaremos más tarde, ¿de acuerdo?
-Está bien.
-¿Tengo tu palabra de que sólo hablarás de ella conmigo o con Eric?
-Sí, claro.
-Bien, te dejo.
-Me pondré ahora mismo con ella.
-Está bien, toma la llave. Cierra cuando salgas.
-De acuerdo.

Cuarenta y cinco minutos más tarde Charles se reunió con Daniel en su despacho.
-Dios mío, Charles, tienes muy mala cara. Parece que hayas estado una semana sin dormir. ¿Qué ha pasado?
-Es peor de lo que me contaste-dijo, dejándose caer en el asiento-Su mente es un caos. Revive continuamente las torturas y sufrimientos del campo. Lo he visto y es espantoso.
-¿Pudiste llegar a ella?
-Sí, en un par de ocasiones, pero huyó de mí. Está confusa y desorientada. Pueden pasar semanas e incluso meses antes de conseguir que confíe en mí. Está perdida en su propia mente, Daniel. Será una ardua tarea si no quiere que la encuentre.
-Confío en tu capacidad para hacerlo. Sé que tarde o temprano harás que se acerque a ti.
-Eso espero. Por su propio bien, eso espero.

Aquella noche Eric estaba de guardia y Charles se quedó a hacerle compañía. Hicieron juntos la ronda y luego Eric lo llevó a su habitación.
-Hoy he encontrado algo en el sótano.
-¿El qué?
Eric lo sacó de debajo de su cama. Era un viejo tablero de ajedrez con las casillas muy descoloridas y una caja con las piezas, algunas de las cuales estaban rotas y desgastadas.
-Ya que vamos a estar aquí hasta primera hora de la mañana, ¿qué tal si nos distraemos un poco?
-Me parece una idea excelente-dijo Charles sonriendo.
Fueron al comedor y Charles dispuso las piezas sobre el tablero.
-Tengo entendido que ya has conocido a nuestra paciente más ilustre-dijo Eric, moviendo una pieza.
-Así es. ¿Es cierto que no se ha movido ni hablado en estos seis años?-Charles movió un peón.
-Desgraciadamente así es. Es como si estuviera muerta, salvo que no lo está. Era muy joven cuando la metieron en Bergen-Belsen y al final su estancia allí le pasó factura.
-Pero tú sobreviviste, y eras más joven que ella.
-El Holocausto afectó más a unas personas que a otras. Algunos no pudieron soportar las torturas y murieron. Otros sobrevivieron y no sufrieron ninguna consecuencia, parecen gente corriente. Otros se derrumbaron, como Gabrielle.
-¿Pero nadie ha conseguido hacerla reaccionar? Me parece increíble.
-Está muy metida dentro de sí misma.
Y que lo digas, pensó Charles.
-Está catatónica, y a los catatónicos es muy difícil, por no decir imposible, hacerles recuperar la consciencia.
-Pues yo no me voy a rendir. Si es necesario me dedicaré en cuerpo y alma a ella-Charles enrocó a su rey.
-Hasta ahora, ni yo, ni Daniel, ni los pocos médicos que sabían de su estancia aquí pudimos hacerla reaccionar. Tal vez tú consigas algo.
-Gracias. Daniel me ha dicho que su estancia aquí es un secreto. ¿Por qué?
Eric sonrió, enigmáticamente.
-Hoy fui yo el que la bañó. Te recomiendo que mañana seas tú el que lo haga. Es una experiencia que une mucho al médico con su paciente.
-¿Qué tiene eso que ver con...
-Cuando lo hagas, volveremos a hablar.
Charles pensó en leerle la mente, pero al final no lo hizo. Creyó que sería mejor averiguarlo por sí mismo.
Eric le comió la reina.
-Estás distraído, Charles. Jaque.
-Es lo que parece, pero las apariencias suelen engañar-Charles movió su alfil-Jaque mate.
-Diablos, ni que me hayas leído la mente.


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