16. Un atisbo de ira
-Le he visto la espalda-dijo Charles
moviendo su torre.
Era mediodía y estaban jugando al
ajedrez después de haber comido. Habían convertido sus partidas en
una costumbre y cada vez que tenían un rato libre se retaban a aquel
combate intelectual, que casi siempre acababa con la victoria de
Charles.
-¿Has hablado con Daniel?
Los dos hablaban en voz baja porque
había gente a su alrededor.
-Sí, me ha contado la historia.
Parece algo sacado de un libro de aventuras.
-Pero es real. Y que tú lo sepas
ahora también te pone en peligro.
-Asumo el riesgo-Charles le comió
un caballo-¿Alguna vez ha venido alguien preguntando por ella?
-Nunca, y esperemos que siga así.
¿Qué tal te va con ella?
-Sigue como siempre. No he
conseguido ninguna reacción. No sé si algún día lo conseguiré.
-Tienes todo el tiempo del mundo.
-A veces me pregunto si siente algo.
-No, no siente nada.
-¿Qué?
-Antes de que yo viniera hubo un
médico que pensó que estaba fingiendo. No sé si sabes que los
catatónicos no reaccionan ante ningún estímulo, ni siquiera ante
el dolor.
-Sí, lo sé.
-Pues este médico le clavó una
aguja en el brazo y la movió un poco. Y como Gabrielle no se inmutó,
se dio cuenta de que no estaba fingiendo.
-Conozco casos de catátonicos que
salieron de su estado después de varios años. No pierdo la
esperanza con Gabrielle.
-La esperanza es lo último que hay
que perder, Charles, créeme-Eric se quedó con su torre.
-Ojalá muchos pensaran como tú.
-Si todos pensáramos lo mismo sería
muy aburrido, ¿no crees?
-Sí-Charles sonrió-Quizá tengas
razón.
En aquel momento un médico y una
enfermera pasaron por su lado.
-¿Ya te has enterado, Claire? Han
capturado a unos mutantes en Texas y los han ahorcado.
-¿En serio?
-Sí, por fin alguien inteligente
que ha hecho lo correcto. ¿Sabes? Espero que no tarden en hacer lo
mismo con todos esos monstruos. Esos son peores que los nazis. No sé
qué haría si me encontrara con uno. Si estuviera en la misma
habitación con una de esas cosas...
Entonces Eric se levantó y se
interpuso en su camino.
-¿Qué harías, Paul?
-¿Eh?-exclamó Paul, temeroso de la
forma en la que lo miraba Eric-¿Qu... qué?
-Si estuvieras en la misma
habitación que un mutante, ¿qué harías?
Paul lo miró sin comprender,
asustado.
-¿Cómo sabes que en este hospital
no hay ninguno?¿Cómo sabes que tu novia no lo es?¿No dices nada?
-Paul-dijo Charles-¿No tienes unos
pacientes que atender?
-S... sí.
-Bien, pues ve con ellos.
-Está... está bien-Paul y Claire
se fueron de allí con el paso apurado.
Paul iba a abrir la puerta del
comedor, pero antes de que lo hiciera esta se abrió de pronto,
golpeándole en toda la nariz-¡Ah, mi nariz!
Se llevó las manos a la nariz y vio
que estaban llenas de sangre.
-Creo que te la has roto-dijo
Claire-Vamos a la enfermería, rápido.
Entonces Eric se sentó, con una
ligera sonrisa.
-Bueno, ¿a qué ha venido eso?
-Lo siento, pero no soporto a los
fascistas.
Lo que Eric no soportaba era a la
gente que discriminaba y atacaba a los mutantes. A mutantes como él.
-¿Estás a favor de los mutantes?
Charles notó que se ponía tenso.
-La cuestión no es si estoy o no a
favor de los mutantes, sino que nadie se merece que lo acosen o
ataquen por el hecho de ser diferente. Es algo que no soporto, y sé
de lo que hablo. Lo he vivido en mis propias carnes.
¿Quién me está hablando?, pensó
Charles, ¿Eric el judío o Eric el mutante?
-No te preocupes, yo también
simpatizo con los mutantes.
-Yo no simpatizo con los
mutantes-replicó Eric.
Charles captó su miedo.
-Está bien, está bien, tranquilo.
¿Por qué no seguimos con la partida?
-Será lo mejor.
Mientras la terminaban en un
profundo silencio, Charles se preguntó si algún día Eric haría
algo más que romperle la nariz a un no mutante. Al fin y al cabo
tenía mucho carácter y si perdía los estribos...
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