21. En la mente de
Gabrielle, segunda parte
Charles entró en la habitación de
Gabrielle y cerró la puerta.
-Intentémoslo de nuevo, ¿qué te
parece?
Se sentó a su lado y puso una mano
sobre su cabeza mientras con la otra se tocaba la sien. Y su mente se
precipitó hacia adelante.
Gabrielle estaba colgada de unas
cadenas que pendían del techo y sus pies estaban a un palmo del
suelo. Dos pinzas eléctricas estaban sujetas a sus tobillos y estas
estaban conectadas a una batería. El soldado activó el interruptor
y la corriente sacudió su cuerpo con fuerza. Gabrielle gritó de
dolor y se desmayó. Otro soldado le echó un cubo de agua fría que
la hizo abrir los ojos, y volvieron a empezar.
-Estuvieron así una hora-dijo la
Gabrielle adulta al lado de Charles-Una y otra vez. Sin parar.
-¿Cómo lo soportaste?-le preguntó
Charles con delicadeza.
-¿Quién dice que lo
soporté?-replicó ella. Entonces lo miró-¿Por qué has vuelto?
-Te dije que quería ayudarte.
-Y yo te dije que no podías.
-No podré si no me dejas. Mira a tu
alrededor. Es todo sufrimiento. ¿No posees ningún recuerdo
agradable?¿Qué hay de tus padres?
-¿Mis padres?
Al momento toda la escena cambió.
Charles y Gabrielle aparecieron al aire libre, entre los presos
judíos. Uno de ellos empezó a toser y a escupir sangre y de repente
se llevó una mano al pecho y cayó fulminado. Una mujer se arrodilló
a su lado, entre lágrimas y tosiendo, tratando de levantarlo, pero
un soldado la apartó de un empujón y le gritó algo. Ella se
irguió, tosiendo, y le escupió sangre a la cara. El soldado la
golpeó en la cabeza con la culata de su rifle, matándola en el
acto.
Su padre murió de tuberculosis,
pensó Charles, y puede que su madre también la tuviera, pero fue el
culatazo lo que la mató.
-¿No posees ningún recuerdo
agradable de tus padres?-repitió-¿Ni siquiera en tu infancia, antes
de la guerra?
-Nuestras vidas siempre estuvieron
marcadas por la invasión alemana. Aquí no hay sitio para nada más.
-Fuera lo habría. ¿Por qué no
quieres despertar?
Gabrielle meneó la cabeza
nerviosamente.
-No, no, aquí estoy a salvo.
-Aquí estás encerrada, Gabrielle.
Esto no es vivir. ¿De qué crees que estás a salvo?
-De la guerra. Del dolor, de las
torturas, del sufrimiento...
-Gabrielle-dijo con suma delicadeza-
La guerra terminó hace años.
Ella se le quedó mirando.
-Mientes.
-No miento, Gabrielle, es cierto.
Acabó en 1945. Los aliados liberaron a todos los prisioneros de los
campos. Cuando te sacaron de Bergen-Belsen estabas catatónica. Quizá
por eso no lo recuerdas.
-No, no es cierto. Tratas de
confundirme.
-No, Gabrielle. Sabes que no es así.
Tú nos oyes hablar, me lo dijiste. Sabes que estamos preocupados por
ti. La guerra acabó y ya no hay nazis que puedan hacerte daño.
-Yo... estoy asustada.
-No tienes por qué venir ahora
conmigo, Gabrielle. Si aún no estás preparada puedes tomarte tu
tiempo y cuando llegue el momento yo te ayudaré a salir.
-Necesito tiempo para pensar en todo
esto. Es tan...
-No te preocupes. Tómate todo el
tiempo que necesites. Yo estaré cerca.
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