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lunes, 27 de mayo de 2013

Viejos amigos. Capítulo 27


27. La historia de Eric

-Tus poderes están relacionados con los metales,¿verdad?-dijo Charles al día siguiente. Eran las tres de la tarde y estaban limpiando los platos y cubiertos mientras los demás empezaban sus turnos.
Eric sonrió y una docena de tenedores se desplazó en el aire desde las bandejas hasta el fregadero.
-¿Cómo lo has adivinado?¿Me has leído la mente?
-No ha sido necesario, sólo te he observado. Los relojes se paran cuando estás cerca, el truco de la cuchara, la puerta que le dio en la cara a Paul... Sólo he sumado dos y dos.
Eric se rió.
-Sí, es cierto, el disimulo no es uno de mis fuertes. Puedo manipular los metales, crear y controlar los campos magnéticos y electroestáticos.
-¿Cuántos años tenías cuando sucedió por primera vez?
-Al igual que tú era un niño. Tenía 14 años. Lo recuerdo perfectamente porque fue el día que ejecutaron a mis padres.
-Si no quieres hablar de ello lo entenderé.
-No, sí que quiero. Necesito hacerlo. Llevo mucho tiempo queriendo desahogarme con alguien, y tú eres la persona adecuada.
-Gracias.
-Aquel día nos pusieron a mí y a mis padres en el pelotón de fusilamiento, junto a unas diez personas más. Los soldados nos apuntaron con sus armas y dispararon. Mis padres fueron los primeros en caer. Cuando llegó mi turno estaba muerto de miedo. Lo único que pensaba era que no quería morir. Que las balas no me alcanzaran. y entonces sucedió. Ellos dispararon y las balas se desviaron, matando al que estaba a mi lado. Yo me desmayé, quizá por el esfuerzo de lo que había hecho, y cuando desperté estaba de nuevo en mi barracón.
-¿No te mataron?
-No. Se sorprendieron de que estuviera vivo, pero en vez de matarme me llevaron de vuelta al campo. Allí conocí a una chica, Magda, y nos hicimos amigos. Gracias a su apoyo logré sobrevivir a las torturas y palizas de los nazis, y cuando terminó la guerra nos fuimos juntos a Austria. Allí nos casamos y tuvimos una hija preciosa, Anya. Empecé a desempeñar diversos trabajos y la vida nos iba bastante bien después del infierno del campo. Ella no tenía ni idea sobre mis poderes y yo nunca le hablé de ello. No quería asustarla, así que nunca se lo mencioné.
-¿Qué ocurrió?
-Un hombre al que le había hecho un trabajo no quiso pagarme. Tenía una ferretería y yo le había puesto unas ventanas. Me dijo que aquel no era el modelo que me había encargado, y se negó a pagarme. Yo me enfadé y usé mis poderes. Empecé a levitar los objetos y herramientas, acercándole los cuchillos a su cara. Él me tiró el dinero, asustado. Cuando salí la gente empezó a apiñarse y a señalarme. Habían visto lo que había hecho y se mostraron hostiles. Salí de allí y me escondí un par de horas. Cuando llegué a casa vi que estaba en llamas. Conseguí sacar a mi mujer creando un campo magnético a su alrededor, pero cuando fui a sacar a Anya, los aldeanos me lo impidieron. Portaban antorchas y no hacían más que llamarme brujo, hijo del diablo, etc. Yo estaba furioso porque no me dejaban llegar hasta la casa, así que empecé a utilizar mis poderes con ellos. Pero cuando entré en la casa ya era demasiado tarde. Anya estaba...
-Lo sé-le interrumpió Charles, compartiendo su dolor.
-Al verme usar mis poderes Magda se asustó y huyó. Yo no la culpé. Tiempo después descubrí que estaba embarazada y que había dado a luz a gemelos. Ella murió en el parto.
-Lo siento. ¿Encontraste a tus hijos?
-No. Unos gitanos los encontraron en una cueva, junto al cuerpo sin vida de su madre, y se los llevaron.
-¿Sabes dónde están?
-No, les perdí la pista. Algún día espero encontrarlos.
-Lo harás, Magnus, lo harás.
-Espero que tengas razón, amigo, espero que la tengas.

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