27. La historia de Eric
-Tus poderes están relacionados con
los metales,¿verdad?-dijo Charles al día siguiente. Eran las tres
de la tarde y estaban limpiando los platos y cubiertos mientras los
demás empezaban sus turnos.
Eric sonrió y una docena de
tenedores se desplazó en el aire desde las bandejas hasta el
fregadero.
-¿Cómo lo has adivinado?¿Me has
leído la mente?
-No ha sido necesario, sólo te he
observado. Los relojes se paran cuando estás cerca, el truco de la
cuchara, la puerta que le dio en la cara a Paul... Sólo he sumado
dos y dos.
Eric se rió.
-Sí, es cierto, el disimulo no es
uno de mis fuertes. Puedo manipular los metales, crear y controlar
los campos magnéticos y electroestáticos.
-¿Cuántos años tenías cuando
sucedió por primera vez?
-Al igual que tú era un niño.
Tenía 14 años. Lo recuerdo perfectamente porque fue el día que
ejecutaron a mis padres.
-Si no quieres hablar de ello lo
entenderé.
-No, sí que quiero. Necesito
hacerlo. Llevo mucho tiempo queriendo desahogarme con alguien, y tú
eres la persona adecuada.
-Gracias.
-Aquel día nos pusieron a mí y a
mis padres en el pelotón de fusilamiento, junto a unas diez personas
más. Los soldados nos apuntaron con sus armas y dispararon. Mis
padres fueron los primeros en caer. Cuando llegó mi turno estaba
muerto de miedo. Lo único que pensaba era que no quería morir. Que
las balas no me alcanzaran. y entonces sucedió. Ellos dispararon y
las balas se desviaron, matando al que estaba a mi lado. Yo me
desmayé, quizá por el esfuerzo de lo que había hecho, y cuando
desperté estaba de nuevo en mi barracón.
-¿No te mataron?
-No. Se sorprendieron de que
estuviera vivo, pero en vez de matarme me llevaron de vuelta al
campo. Allí conocí a una chica, Magda, y nos hicimos amigos.
Gracias a su apoyo logré sobrevivir a las torturas y palizas de los
nazis, y cuando terminó la guerra nos fuimos juntos a Austria. Allí
nos casamos y tuvimos una hija preciosa, Anya. Empecé a desempeñar
diversos trabajos y la vida nos iba bastante bien después del
infierno del campo. Ella no tenía ni idea sobre mis poderes y yo
nunca le hablé de ello. No quería asustarla, así que nunca se lo
mencioné.
-¿Qué ocurrió?
-Un hombre al que le había hecho un
trabajo no quiso pagarme. Tenía una ferretería y yo le había
puesto unas ventanas. Me dijo que aquel no era el modelo que me había
encargado, y se negó a pagarme. Yo me enfadé y usé mis poderes.
Empecé a levitar los objetos y herramientas, acercándole los
cuchillos a su cara. Él me tiró el dinero, asustado. Cuando salí
la gente empezó a apiñarse y a señalarme. Habían visto lo que
había hecho y se mostraron hostiles. Salí de allí y me escondí un
par de horas. Cuando llegué a casa vi que estaba en llamas. Conseguí
sacar a mi mujer creando un campo magnético a su alrededor, pero
cuando fui a sacar a Anya, los aldeanos me lo impidieron. Portaban
antorchas y no hacían más que llamarme brujo, hijo del diablo, etc.
Yo estaba furioso porque no me dejaban llegar hasta la casa, así que
empecé a utilizar mis poderes con ellos. Pero cuando entré en la
casa ya era demasiado tarde. Anya estaba...
-Lo sé-le interrumpió Charles,
compartiendo su dolor.
-Al verme usar mis poderes Magda se
asustó y huyó. Yo no la culpé. Tiempo después descubrí que
estaba embarazada y que había dado a luz a gemelos. Ella murió en
el parto.
-Lo siento. ¿Encontraste a tus
hijos?
-No. Unos gitanos los encontraron en
una cueva, junto al cuerpo sin vida de su madre, y se los llevaron.
-¿Sabes dónde están?
-No, les perdí la pista. Algún día
espero encontrarlos.
-Lo harás, Magnus, lo harás.
-Espero que tengas razón, amigo,
espero que la tengas.
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